
La dictadura global ha prohibido los medios rusos. Nadie debe conocer otra versión sobre el conflicto de Ucrania que no sea la de la OTAN y el Estado ucraniano, en cuyo ejército se integran, de manera abierta, fuerzas neonazis.
Sin resolución judicial alguna, el Gobierno de EEUU y la Comisión Europea lo han decidido, y los monopolios tecnológicos (Google, YouTube, Facebook…) lo han acatado con entusiasmo.
Han borrado del mapa –por ejemplo- a RT en español, el canal más seguido en Latinoamérica. O los trabajos de la periodista Inna Afinogenova, que tenía más de un millón de seguidores.
La censura tiene, además, carácter retroactivo. Google ha hecho desaparecer de su buscador los contenidos de medios rusos.
Ha desaparecido el único –o casi único- espacio mediático de envergadura para decenas de analistas de izquierda en el mundo: Russia Today.
Antes de la guerra, Twitter ya etiquetaba a este medio como «medio afiliado al Gobierno ruso”. No así a los medios públicos occidentales, como BBC o Televisión española. Porque -oigan su explicación sin saltar del asiento- son «medios financiados por el Estado” sí, pero con “independencia editorial”.
Es la guerra, nos dicen. Por eso, cuando acusen a Cuba de “violar la libertad de prensa” de periodistas y medios pagados por la Casa Blanca, les recordaremos que Cuba lleva 60 años… en guerra.
Y a Twitter, que en las cuentas de Diario de Cuba y Cubanet les falta colocar una etiqueta: «medio afiliado al Gobierno de EEUU”.